El peligro nuclear avanza

Por Olga Pellicer

Este análisis se publicó el domingo 2 de octubre de 2022 en la edición 2396 de la Revista Proceso 

Dentro de las numerosas preocupaciones sobre la situación mundial que hemos resentido los últimos días la posibilidad del uso de armas nucleares es una de las más graves Tal peligro ha cobrado nuevas dimensiones a partir del discurso del 21 de septiembre pronunciado por Putin. Sus palabras dieron comienzo a una acción bélica más agresiva, más intensa y más peligrosa.  Su referencia indirecta al uso de armas nucleares y la respuesta que recibió de los aliados de la OTAN dan motivos para sentirse atemorizados.

Tres grandes líneas llaman la atención en el mencionado discurso: su decisión de hacer un reclutamiento de hasta 300,000 soldados para integrarse a los cuerpos militares que operan en Ucrania; la decisión de llevar a cabo un referéndum en las regiones ocupadas del Dombas a fin de incorporarlas formalmente como parte del territorio ruso; el señalamiento según el cual no vacilaría en utilizar “todas las armas disponibles en respuesta a cualquier amenaza a su integridad territorial”.

El último punto adquiere mayores consecuencias al vincularlo con el referéndum. Este ya se llevó a cabo al momento de escribir estas líneas y, como resultado de ello, cuatro regiones del Dombas han pasado a formar parte del territorio de Rusia.   

 El discurso del 21 de septiembre mereció una respuesta inmediata de la Organización de las Naciones Unidas que convocó a una reunión urgente del Consejo de Seguridad para discutir la situación en Ucrania. Dicha reunión coincidió con la semana más importante de la reunión anual de la Asamblea General, cuando llegan a Nueva York líderes de muy alto nivel de los 193 países miembros para participar en el Debate General.

La discusión sobre la situación en Ucrania tuvo inmensa cobertura mediática, dejando en segundo plano actividades importante de esa semana como lo fue el segmento especial sobre Transformar la Educación en el que se abordaron los serios problemas que dejó el impacto de la pandemia sobre la educación.

Por ejemplo, millones de niños de países en desarrollo que no tuvieron acceso a la educación a distancia perdieron la oportunidad de aprender a leer. Llevará generaciones recuperar el daño que ello supone, sobre todo, al no contar con medidas apropiadas para remediar semejante atraso.

Así, un daño colateral de la guerra de Ucrania es el grado en que lo que ahí ocurre   deja en segundo plano los temas de gran urgencia en el mundo post pandemia, como son la educación, el cambio climático o la creciente desigualdad que avanza entre países y al interior de los mismos.

Como era de esperarse, tomando en cuenta el derecho a utilizar el veto por parte de los cinco miembros permanentes, el Consejo no llegó a ninguna decisión respecto a qué hacer ante la escalada del conflicto en Ucrania. Sin embargo, fue muy útil para definir las posiciones de miembros de la OTAN y otros miembros prominentes de la política internacional ante los difíciles momentos que se viven.

Tres aspectos merecen subrayarse: no hay intención alguna por parte de Ucrania y la OTAN de negociar con Putin. Por el contrario, el hecho que la sesión empezara con la intervención del fiscal de la Corte Penal Internacional puso en evidencia que la prioridad en este momento es enjuiciar a los líderes rusos por crímenes de guerra y lesa humanidad, dadas las atrocidades cometidas en los territorios del noreste de Ucrania que acaban de ser liberados.

En segundo lugar, no hay intención alguna de frenar el envío de armamento. La voz de Estados Unidos y los representantes de Francia y el Reino Unido estuvo firmemente comprometida con, por una parte, enjuiciar a los líderes rusos y, por la otra mantener el apoyo militar solicitado por Zelinski.

Con respecto al peligro nuclear, las posiciones tanto de Rusia como de Estados Unidos son más difíciles de interpretar. Desde el lanzamiento de la primera bomba nuclear en Hiroshima, el tema de las armas nucleares merece reflexiones muy distintas a las correspondientes al armamento convencional.

La capacidad de destrucción de las armas nucleares es tal que no se puede perder de vista que bien podría ser el comienzo de la desaparición de toda una época de la civilización. Son casi inimaginables las consecuencias de un enfrentamiento nuclear entre Rusia y miembros de la OTAN.

El punto especial al hablar de armamento nuclear es que no se tiene la intención de utilizarlo, sino de poseerlo como elemento de disuasión que, en principio, paralice la voluntad de recurrir a él.  Ese razonamiento fue el elemento central de la “guerra fría” que se creía terminada desde la disolución de la Unión Soviética a comienzos del decenio de los noventa.  

La reaparición de la amenaza nuclear en la actualidad, en situaciones internacionales muy distintas, en un mundo económicamente más interdependiente, envuelto por nuevas tecnologías que cambian la manera de pensar, de comunicarse y de concebir el futuro produce un gran desconcierto.

Nadie sabe que puede estar en la mente de Putin cuando insinúa el uso de armas nucleares. Se puede referir a armas nucleares de baja intensidad para mejorar su posición desfavorable en el campo de batalla, pero limitando daños y pasando, de inmediato, a proponer una tregua.

Tampoco se sabe cómo respondería Biden ante el uso de armas nucleares por Rusia dado que un propósito central de su política ante la guerra de Ucrania ha sido impedir que pueda convertirse en un enfrentamiento entre países con armas nucleares.

Lo anterior no elimina la posibilidad de que Putin acorralado no decida ir más allá de un episodio breve en el uso de armas nucleares; lo que siga es muy difícil de prever. Afianza sin embargo la convicción de que lo más deseable es poner fin a esta guerra lo antes posible, pero los hechos nos indican que, por lo pronto, no se avanza en esa dirección.


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