Las debilidades del primer piso

Por Olga Pellicer

Este análisis se publicó en la revista Proceso Digital

Durante los últimos días, ya en plena actividad las campañas electorales, los miembros de la coalición Seguimos Haciendo Historia (Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo) se han referido frecuentemente al propósito de construir el segundo piso de la llamada Cuarta Transformación. Tales intenciones obligan a preguntarse qué tan sólidos son los cimientos del primer piso y hasta dónde pueden soportar el segundo sin que se detecten las fallas estructurales que no permiten seguir adelante sin antes remediar los errores en que se ha incurrido.

Por deformación profesional comenzaré refiriéndome a las debilidades que se advierten en el campo de las relaciones con el exterior. Por su ubicación geográfica, por las características de su economía, por la complejidad que nos une con el país de norte y por los momentos que atraviesa la política internacional es imposible entender a México y trazar su ruta hacia el futuro sin incorporar una seria reflexión sobre la relación con el exterior. Desafortunadamente, la evaluación de la herencia que deja el gobierno de López Obrador (AMLO) no es positiva

Desde su toma de posición, AMLO dejó clara su decisión de no conceder atención a la política exterior. Lanzó una serie de mensajes que pretendían justificar tal decisión: él sólo viajaba en avión comercial (descartada cualquier visita de Estado), la austeridad que caracterizaba su gobierno no permitía los gastos en que se incurre al viajar al extranjero; la mejor policía exterior es la política interna, por lo tanto, dedicaría dos años a concentrarse en los problemas domésticos dejando abierta la puerta para más tarde dedicar atención a lo que ocurre allende las fronteras.

El resultado de tales decisiones fue muy costoso desde diversos puntos de vista: a) no permitió tener una estrategia bien elaborada para relacionarse con Estados Unidos; b) dejo abierto numerosos frentes en la relación con ese país tanto desde el punto de vista económico como político)  c).- perdió el lugar que México venía ocupando en los foros multilaterales como uno de los líderes más reconocidos de América latina; d) abandonó las relaciones con otras regiones  y países como es el caso de Europa y Asia, e) debilitó  la Secretaria d Relaciones Exteriores y, en particular, al servicio exterior de carrera, uno de los acervos más valiosos de capital humano que tiene el  país.

La realidad modificó rápidamente su actitud aislacionista.  Lo primero fue la relación con Estados Unidos. Una llamada telefónica y la comitiva de alto nivel enviada por Trump a visitarlo, cuando era presidente electo, fue al mismo tiempo halagadora y comprometedora. La química telefónica entre ellos, al parecer fue buena, pero obligó a tomar posiciones frente a problemas de gran envergadura, como la migración y la relación con Centroamérica que se colocaron en primer plano. Se hizo evidente entonces el problema de no tener listo un buen equipo de trabajo que tuviera preparada la estrategia para relacionarse con Estaos Unidos sobre esos temas.   Ni entonces, ni ahora, ese equipo existe.

La improvisación y las decisiones poco elaboradas tuvieron de inmediato consecuencias negativas.  El primer encuentro de quien sería su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, con el secretario del Departamento de Estado, Mike Pompeo, han sido relatadas por el último en su libro Never give an inch (HarperCollins Publishers, 2023, pp.163-171).

Ahí se recuerda con detalle la difícil posición en que se colocó al futuro Canciller mexicano al comunicarle la decisión de cerrar la frontera el día que tomaba posesión López Obrador si no se llegaba a un acuerdo para enviar a México a quienes estaban esperando respuesta, por parte de las autoridades estadunidenses, a su solicitud de asilo. La experiencia demostró que tales solicitudes podrían esperar meses o años. Fue el comienzo del famoso programa “Quédate en México” de consecuencias graves y dolorosas para México.

Desde entonces fue clara la advertencia de que México no se puede permitir dejar en segundo término la política exterior. El lugar que tenemos en el mundo, vecinos de la primera potencia del mundo al norte y al sur de una región problemática con gobiernos frágiles obliga a una diplomacia muy cuidadosa que debe encontrar equilibrios difíciles y resistencias firmes pero negociables.

Sin embargo, el comportamiento anunciado no cambió. AMLO perseveró en su convicción de no otorgar prioridad a la relación con el exterior. Elaboró a cambio un narrativa que gira en torno a la defensa de la soberanía (amenazada implícitamente por Estados Unidos); emprendiendo controversias inesperadas  con  países   que mantienen una importante relación económica y política con México, como fue el caso de la solicitud a  España para que pidiera perdón por los agravios al pueblo mexicano durante la conquista; colocó  en primer lugar la amistad con países que llevan una relación  difícil con Estados Unidos y, en general, el mundo occidental, como es el caso de Cuba y Venezuela.

En resumen, si tomaos en cuenta que no asistió a las Cumbres Presidenciales muy importantes, como las del G20 o la Cumbre de las Américas en Los Ángeles y no llevó a cabo ninguna visita a Europa, Asia o África se puede concluir que México perdió aliados, visibilidad, influencia y liderazgo en el mundo.

Las primeras señales del programa de gobierno de quien construiría el segundo piso de la Cuarta Transformación no son alentadoras. La política exterior es uno de las secciones más cortas y menos elaboradas de su programa de gobierno. Llama la atención el contraste entre la sección de Soberanía Energética, detallada y bien sustentada, con el de política exterior de gran pobreza conceptual y propositiva.

Está por verse cómo construiría Juntos Seguimos Haciendo Historia el segundo piso al que le falta un pilar fundamental: el que contiene los elementos para entender qué lugar ocupamos en el mundo.


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