Tiempo de turbulencias

Por Olga Pellicer

Este análisis se publicó en la revista Proceso digital

Al acercarnos al fin del 2023 la situación nacional e internacional se torna cada día más turbulenta. Teniendo como telón de fondo la disputa China-Estados Unidos por la hegemonía mundial, ocurren fuertes enfrentamientos armados entre Rusia y Ucrania e Israel y Palestina. Estos últimos considerados, con toda razón, los más violentos y devastadores que hayan tenido lugar desde finales de la II Guerra Mundial.

Por otra parte, gran número de países atraviesan procesos electorales en los cuales se advierte la aparición y desarrollo de una extrema derecha radical, como es el caso de Argentina, que bien podría terminar con la ola rosa que tantas esperanzas despertó hace poco tiempo en América Latina.

 Dentro de los procesos electorales, la situación es particularmente difícil en el caso de Estados Unidos. Tanto el partido demócrata como el republicano llegan a la contienda con escaso entusiasmo por parte de la población hacia los candidatos para la presidencia. Ni Biden ni Trump despiertan simpatías generalizadas. El primero es visto como una persona con demasiada edad para tener la energía que requiere el puesto; el segundo, enfrenta múltiples juicios en su contra, algunos muy graves desde el punto de vista de la democracia, como ser responsable del asalto al Capitolio en enero de 2021, otros, igualmente serios, por problemas que van de acoso sexual a omisiones y datos falsos en materia de obligaciones fiscales. No es imposible que Trump fuese a ser elegido presidente mientras se encuentra en la cárcel.

En México, diversos factores están contribuyendo a un proceso electoral adelantado, que ha dejado de lado las normas establecidas por los órganos electorales correspondientes. El proceso se caracteriza por la existencia de estructuras partidarias muy debilitadas, carentes de credibilidad y cuadros operativos. Por lo tanto, lejos de ser un momento para reflexionar y debatir sobre los problemas del país y los programas que para resolverlos presenten los diversos candidatos, el clima político se encuentra envuelto en incidentes mediáticos poco edificantes en cuyo trasfondo se advierte la tendencia al caudillismo que ha estado presente en el país durante el último sexenio. El verdadero dilema de la elección es si tendrá lugar el proceso de “transformación” o se afianza un sistema populista apoyado por el ejército.

Esas dudas se ven agravadas por el huracán Otis que destruyó el conocido destino turístico de Acapulco provocando numerosas muertes y destrucción casi total de la infraestructura hotelera, así como de las viviendas de las clases más necesitadas.

La situación en Acapulco está vinculada a uno de los problemas más graves que tiene un lugar central en los problemas políticos entre México y Estados Unidos y, en general, en la vida de México: el crimen organizado. En el Acapulco devastado el problema del crimen organizado no es nuevo. Dominaba la vida política del puerto desde hace ya varias décadas y su penetración es evidente en los graves problemas políticos de todo el Estado de Guerrero, No en balde el problema de los 43 estudiantes desaparecidos de la escuela normal de Ayotzinapa se ha convertido en uno de los problemas más insolubles de dicho estado.

La reconstrucción de Acapulco, inevitable para impedir un problema de desempleo que se va a extender a todos los estados aledaños, tiene como uno de sus retos principales evitar que se convierta en botín del crimen que opera en Guerrero.

Ahora bien, el futuro de la vida política en Estados Unidos es, sin duda, el elemento que mayormente influirá sobre el desarrollo de los acontecimientos, aunque de ninguna manera significa que puede tener las cosas bajo control. Diversas razones han sido señaladas para evidenciar que ya no es “el policía del mundo”.

 Las dificultades para convencer a Isael que detenga el genocidio en Gaza han sido infructuosas. Se ha avanzado un poco en decretar “pausas humanitarias” que permitan la llegada de provisiones elementales para sobrevivir y la salida de algunos ciudadanos palestinos o de doble nacionalidad.

 Sin embargo, la negativa de Hamas a liberar a los rehenes de diversas nacionalidades que capturó dificulta o hace imposible negociaciones con Israel. Corresponde a otros países como, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita servir de mediadores.

En el caso de Rusia y Ucrania la guerra se encuentra en un momento de estancamiento en el que la ferocidad de los ataques no permite avanzar ni a uno ni a otro sobre el terreno. Una guerra prolongada en la que es imposible perder de vista que una de las partes posee armas nucleares. Ese peligro, así como el costo que la guerra prolongada tiene a lo largo del mundo explica el interés de países del llamado Sur Global, como Brasil, en buscar que se inicien negociaciones de paz.

Por lo pronto, esa posibilidad no existe. Como demostró Zelensky hace pocos días en la interesante plática que tuvo con estudiantes mexicanos a través de Zoom, al responder a una estudiante que preguntó sobre que están dispuestos a ceder para buscar la paz respondió terminantemente que absolutamente nada.

Muy distintas son las posibilidades para resolver diferencias pendientes entre México y Estados Unidos. Dos países íntimamente vinculados económicamente donde hay poderosos intereses en ambos lados a favor de promover la relocalización en México de empresas estadounidenses que se encuentran en China. Las diferencias políticas, que no son pocas, deberán negociarse cuando tomen posesión los próximos gobiernos. No será una tarea fácil, en particular si resulta ganador Trump. Pueden esperarse momentos de tensión que requerirán de habilidades diplomáticas y disposición a ceder. Sería ingenuo pensar que México no estará dispuesto a esto último. 

Mientras, la incertidumbre sigue dominando este momento de turbulencias.


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